martes, 20 de septiembre de 2011

(3º entrega)

DE LA CIENCIA
(Del latín scientia, de scire, saber) Es la actividad humana productora de conocimiento científico. Aquella actividad cultural humana que tiene como objetivo la constitución y fundamentación de un cuerpo sistemático del saber, la actividad científica se distingue de otras similares por sus características específicas: el conocimiento del que trata es un conocimiento racional, que se refiere al mundo material o naturaleza, cuyas regularidades quiere explicar y predecir; obtenido mediante un método experimental, del cual forman parte la observación , la experimentación y las inferencias de los hechos observados; es sistemático porque se organiza mediante hipótesis, leyes y teorías, y es un conocimiento objetivo y público, porque busca ser reconocido por todos como verdadero o, por lo menos, ser aceptado por consenso universal. La filosofía de la ciencia resalta el aspecto de provisionalidad del conocimiento científico e insiste en que la ciencia es sobre todo aquella actividad racional que consiste en proponer teorías provisionales, a modo de conjeturas audaces, a partir de los problemas que surgen de nuestra adaptación al medio, para someterlas a la prueba del experimento, contrastándolas con los hechos, a fin de descubrir su posible falsedad. De aquí que lo que caracteriza al desarrollo de la ciencia no sea precisamente la acumulación de conocimientos, sino la «indagación de la verdad persistente y temerariamente crítica»1

Dice Eduardo Tappan
“la ciencia es entendida como baluarte y tótem de la verdad, como si fuera la evidencia de una supuesta perspectiva correcta…la metodología de la investigación científica en cualquiera de sus vertientes, es en suma una apuesta contra la diversidad, contra las diferentes lecturas o interpretaciones que se pueda dar de la realidad”2
Freud neurólogo, de formación médica imbuido en las propuestas del método científico y realizando trabajos de laboratorio en 1885 obtiene una beca para estudiar en París en el Hospicio de la Salpetrière, lo que resulta decisivo en cuanto a sus intereses científicos para dar cabida al inicio de la teoría psicoanalítica; Strachey menciona:
“Al arribar a París, su “tema escogido” era la anatomía del sistema nervioso; al abandonar esa ciudad, su espíritu estaba imbuido de los problemas de la histeria y el hipnotismo. Dando la espalda a la neurología, se encaminaba hacia la psicopatología. Hasta es posible señalar la fecha precisa de ese cambio: fue a comienzos de diciembre de 1885, cuando dejó de trabajar en el laboratorio de patología de la Salpetrière arguyendo como motivo sus deficientes instalaciones”3
Al realizar este cambio no se aparta de la formación científica, lo que va mutando es el objeto de estudio; de colocar la “enfermedad” en algún lugar del organismo propone en primera instancia, su localización en la función de las neuronas (“Proyecto de psicología” 1895), en la fuerza que se ejerce entre la energía que se recibe del exterior y la que se juega en el interior de éstas, planteando el problema en el intercambio de ésta en términos de excitación y las leyes de inercia neuronal, en un esfuerzo por continuar dándole validez científica a su propuesta, puesto que se erige como un saber que hace uso de las herramientas de la ciencia para legitimar la teoría y darle consistencia. Freud persiguió la constitución y fundamentación de un cuerpo sistemático del saber, y para lograr tal fin, hizo uso del método experimental, observación, experimentación y las inferencias de los hechos observados, para plantear hipótesis y teorías. Si permanece al margen de las ciencias es por la dificultad de establecer leyes, no trata de un conocimiento objetivo y no ha sido posible la aceptación por consenso universal. La situación estriba en la particularidad de su objeto de estudio: en términos generales, la psique humana, para la que no es posible establecer una Ley, si no generalidades y algunas suposiciones que se irán comprobando y modificando; y en términos más específicos, se circunscribe a una nueva entidad: el inconsciente, sin localización posible y cognoscible en breves apariciones.
Esto ha tenido como consecuencia que no se pueda llegar a una aceptación por consenso (aún y cuando a partir de la entrada en escena del inconsciente freudiano se haya modificado diametralmente la manera de conceptualizar al sujeto) no obstante, se ha promovido que se remocen las categorías del psicoanálisis para convertirlas en otra cosa y, para que en grado extremo pase al rubro del lenguaje común, en los términos mal explicados, de la esencia del inconsciente, con la finalidad de lograr ese consenso, el cual cierto es que Freud esperaba algún día lograr, al enunciar la posibilidad de que se desarrollara alguna disciplina donde pudiesen converger las disciplinas encargadas de estudiar la enfermedad mental.
Más allá, el camino estaba trazado; si no estaba localizado en algún punto fijo del organismo eso que enferma, estaría localizado en alguna idea o reminiscencia, (que por cierto también representa un “lugar” en el organismo de un sujeto) es decir, en el inconsciente y su injerencia en la vida cotidiana de éste.
Al hablar del inconsciente como estructuración del objeto de estudio, se impone la necesidad de tejer alrededor de este el sustento y soporte que le de la categoría de ciencia, reconocimiento de validez.
Escribe Assoun
“Ser freudiano es suponer el inconsciente: para decirlo en términos apropiados, es la hipótesis de los procesos psíquicos inconscientes. Ahora bien, suponer los procesos psíquicos sui generis es algo completamente diferente a creer en el Inconsciente. Uno puede proponerse verificarlo: todos los pre, post, o neo freudianos o bien niegan o bien ponen en segundo lugar la dimensión inconsciente de la psique o bien elaboran la hipóstasis de un Inconsciente mayúsculo. El inconsciente además, no deja de ser desupuesto: ser freudiano es resuponerlo contra su propia evicción. ”4
Del inicio anatómico del síntoma se ha mudado a la razón del inconsciente, y sus producciones (tanto en la clínica como en la teoría); de una posible localización fisiológica se ha pasado a un lugar-mítico, en tanto no se localiza con coordenadas científicas corrientes, sino que se hace necesario desarrollar todo un sistema de pensamiento alrededor de este.
El inconsciente y la pulsión aparecen, en forma mítica como origen y ordenador de la metapsicología, como psicomitología.
De ahí la impugnación que algunos sectores hacen al psicoanálisis, y al mismo tiempo, la incomodidad que puede causar al interior mismo del grupo de estudiosos de esta disciplina.
Más aún, como elemento guía de tal desarrollo se encontraba la aspiración de poder colocar la “nueva teoría” dentro de los linderos de la ciencia, para consentir en su reconocimiento e incluirse en el desarrollo del pensamiento científico; en palabras de Green
“Fiel a sí mismo, nunca dejó de afirmar tampoco que esa misma biología en la cual había depositado una confianza nunca desmentida, era no obstante incapaz de explicar la actividad psíquica, aun cuando esta última sólo pudiera entenderse incluida entre los fenómenos que caracterizan al viviente…Freud funda sus esperanzas en el porvenir, llegando incluso a pensar que un día la ciencia hará descubrimientos que, por su alcance general, volverán inútiles muchas de las hipótesis del psicoanálisis”5,
es así como la presencia del fantasma de la biología se condensa en el fondo de la estructuración de la metapsicología, en tanto la fórmula del concepto de pulsión entrelaza la psique y el soma
“en realidad, la significación de esta última tópica del aparto psíquico introduce entre cerebro y conciencia la representación de las pulsiones en su calidad de ancladas en lo somático “en una forma psíquica desconocida para nosotros” (Freud) (ahí está el verdadero guión articulador: la pulsión definida como “concepto límite” entre lo psíquico y lo somático)”6
Ahora bien, pareciese que las pretensiones de Freud no solo perfilaban hacia inscribirse en la ciencia desde un ángulo diferente, ni únicamente planteaban la cuestión de un más allá de la anatomía, con esto se trataba también de circunscribir el problema en el viejo dilema del “mente-cuerpo” y teorizar en pro de conseguir el eslabón faltante.
La reacción inicial a las propuestas de Freud fueron de rechazo y conmoción; no es que tales hayan cesado, en tanto se está en espera de que el psicoanálisis sucumba y sea olvidado, enterrado junto con teorías novedosas que tienen fecha de caducidad – la muerte del psicoanálisis- al ser renovadas o desbancadas por teorías más ingeniosas o más novedosas; no obstante, también ha ocurrido que el mundo científico se ha acercado al psicoanálisis para en primera intención, echar por tierra las ideas freudianas, encontrando interesantes algunos puntos de investigación- sea para refutarlos quizá- lo cual abre un nuevo panorama;
“¿Qué hay entre cerebro y conciencia cuya descripción habría de satisfacer los criterios del psiquismo (o de la vida mental) y cuyas relaciones con el sistema nervioso y con la organización cerebral preservarían su vinculación con la actividad psíquica consciente? Sobre esta base pueden ser definidas las condiciones de un diálogo entre ciencias naturales y psicoanálisis.”7
Freud transita desde la visión fisicalista que le ha formado como médico y como investigador, hasta un nuevo lugar donde descansar sus observaciones y sus trabajos, en constante búsqueda de la causa primigenia, primero de las afecciones histéricas, pero más adelante intentando abarcar el ser en su complejidad.

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