martes, 21 de junio de 2011

MITO Y METAPSICOLOGIA (2ª entrega)

EL MITO PSICOANALITICO
Puesto que la ciencia miró con desprecio las consideraciones mitológicas que construyeron las culturas primigenias cabría considerar el lugar en el que la ciencia misma se ha erigido como repetición de esta mitología, al situar “teorías” sobre el principio y origen de la vida, y escenarios aparejados, al convertirse en ideología de nuestros tiempos reconsiderando la necesidad de atemperar la tradicional postura científica (del positivismo) con los planteamientos que apuntalan la interacción de la unidad mente-cuerpo.
Es, pudiese parecer, donde se inscribe la teoría psicoanalítica.
Escribe Freud (1938) en Esquema del psicoanálisis:
“El psicoanálisis establece una premisa fundamental cuyo examen queda reservado al pensar filosófico y cuya justificación reside en sus resultados. De lo que llamamos nuestra psique, nos son consabidos dos términos: en primer lugar, el órgano corporal y escenario de ella, el encéfalo y, por otra parte, nuestros actos de conciencia, que son dados inmediatamente y que ninguna descripción nos podrá transmitir. No nos es consabido, en cambio lo que haya en medio; no nos es dada una referencia directa entre ambos puntos terminales de nuestro saber”1,
En tanto no es consabido, es ahí donde decide explorar, situando así al psicoanálisis como punto de enlace entre la biología y la vida anímica, por sobre de las investigaciones psicológicas.
Esta propuesta le permite conciliar su parte médica con el nuevo constructo teórico-clínico denominado psicoanálisis; hay pues una propuesta para poder llenar las lagunas de la interrogante por el ser, por su sufrimiento –de lo cual se encarga la filosofía- y de las interrogantes clínicas –encomienda de la psicopatología-
La fundamentación de dicha edificación parte desde la clínica, con las primeras observaciones de la psicopatología (recordemos a Freud asombrado ante las histéricas con Charcot) y las preguntas acerca de las afecciones. Se trata de un Freud médico-investigador del sistema nervioso, pero quien supone un “más allá de la anatomía”, justamente al enfrentarse ante la histérica hipnotizada; a finales del siglo XIX se asoma a un fenómeno mental que se calificaba como neurosis, neuropsicosis, e histeria y que correspondía al rubro de la enfermedad mental o locura. Entre 1881 y 82 Breuer trató a la señorita “Anna O.”, de 21 años, mediante el método hipnótico, y escribe que “parece tener un moderado lastre neuropático a juzgar por algunas psicosis sobrevenidas en su familia extensa”2; y al redactar el caso (1893-95) indica:
“En la gran mayoría de los casos no se consigue aclarar ese punto inicial mediante el simple examen clínico, por exhaustivo que sea; ello se debe en parte a que suele tratarse de vivencias que al enfermo le resultan desagradable comentar, pero, principalmente, a que en realidad no las recuerda y hartas veces ni vislumbra el nexo causal entre el proceso ocasionador y el fenómeno patológico”3
Hacia 1889 el doctor Freud comienza a
“prestar atención a una dama de unos cuarenta años, cuyo padecimiento y cuya personalidad despertaron tanto mi interés que le consagré buena parte de mi tiempo e hice de su restablecimiento mi misión. Era histérica y con la máxima prontitud caía en estado de sonambulismo…me resolví a aplicarle el procedimiento de Breuer de exploración en estado de hipnosis…fue mi primer intento de manejar este método terapéutico; yo estaba aún muy lejos de dominarlo y de hecho no llevé suficientemente adelante el análisis de los síntomas patológicos ni los perseguí con el necesario plan.”4
Y aún cuando la guía de pensamiento para intervenir con estos pacientes va siendo sobre la técnica hipnótica, Doctor Freud insta a la paciente a hablar sobre lo que le ocurre, en estado consciente; pareciese que dando un paso más delante que de la mera sugestión.
Inicia con dicha interrogante, el despliegue de lo que hoy denominamos psicoanálisis, desde la técnica –la talking cure- en tanto que daba muestras de estar en el discurso del enfermo la respuesta a su afección.
La técnica entonces, topa con la conciencia, objeto de estudio de la psicología, y de nuevo, con el sistema nervioso al hablar de “alteraciones en la excitabilidad” lo cual produce la teoría de la seducción, suponiendo una situación traumática relativa a la sexualidad (1893)
“toda histeria que no sea hereditaria es una histeria traumática. Y lo mismo ahora para la neurastenia: toda neurastenia debe ser sexual”5
Este paso va más allá abriendo el sendero de la escucha del psicoanálisis, y en verdad se encontró con el semillero para desarrollar la teoría desde la clínica; así cuatro años más tarde en 1896 sale publicado el texto de “la etiología de la histeria”6 de una conferencia pronunciada ante la Sociedad de Psiquiatría y Neurología, en donde expone su recorrido “técnico” de la ejecución de la hipnosis al abandono de ésta y plantea algunas hipótesis acerca de la histeria de acuerdo a lo dilucidado mediante el trabajo con pacientes.
Aparece pues en escena, la causa sexual, como partícipe en la sintomatología, y le permite establecer condiciones nosográficas:
“Freud es el primero en distinguir neurastenia y neurosis de angustia, luego neurosis de las obsesiones e histeria”7
Freud pone el acento en “lo sexual” incendiando la moral victoriana; al indagar alrededor de esto se topa con que hay un resto que no logra develar, eso que corresponde al campo de lo inconsciente.
De esta manera, va sentando las bases para el posterior desarrollo de casi toda la teoría psicoanalítica, y de la parte fundante: la sexualidad infantil, aún con grandes dificultades para ser pensadas por el propio Freud, dando paso a la formulación de la siguiente tesis:
“en la base de todo caso de histeria se encuentra una o varias vivencias- reproducibles por el trabajo analítico, no obstante que el intervalo pueda alcanzar decenios- de experiencia sexual prematura, y pertenecientes a la temprana niñez.”8
Hacia 1897, deja de lado la teoría de la seducción, con las celebres palabras a Fliess -Ya no creo más en mi neurótica-, lo cual pudiese ser leído como algo del orden de la sospecha, sin abandonar el punto nodal de la sexualidad, ya no como hecho consumado –realizado- sino como perteneciente a lo fantaseado. Sea como fuese persiste la causa sexual.
Dicha causa (o cosa) sexual, será pivote pero también frontera y barrera para la investigación y constitución del corpus psicoanalítico, en tanto además del carácter eminentemente físico (fisiológico, biológico, evolutivo), incluye el carácter de lo psíquico, amén de lo social, lo cultural y lo que se pudiese entender como lo civilizador (evolutivamente hablando también). Resalta entonces el elemento que involucra a “lo psíquico” como parte del objeto de estudio, el cual había sido relegado por algunos autores anteriores – no por todos, en efecto, pero que es Freud quien consigue la manera de hacer llegar estas investigaciones más allá-
Freud habla acerca del tema de la sexualidad infantil, como preludio al desarrollo de un posterior trabajo, publicado en 1905 “Tres ensayos de teoría sexual”, y se empieza a tejer el cuerpo de la teoría psicoanalítica y sus conceptos fundamentales: la primera y la segunda tópica, la metapsicología, la transferencia; a partir de dichos conceptos y de la lectura que se podía hacer de estos, junto con los escritos sobre la técnica y aquellos que atañen a la cultura, se diversificó el panorama psicoanalítico en algunos casos con mayor fortuna que en otros, en cuanto al sentido primigenio del cimiento psicoanalítico.
Paralelamente corre de la mano de la sexualidad junto con la construcción del concepto de inconsciente, al haber desplegado el tema del sueño y la dinámica que se entreteje al interior de este como deseos y contenidos del orden de lo inexpresable en la vida consciente, tal y como lo plasmo en la obra de “Interpretación de los sueños”; así va ligando los contenidos de la teoría que,
“en un principio, fue concebida por el propio Freud como una ficción…rompió con la forma de pensamiento científico de su época, al elaborar un instrumento de análisis más que una herramienta para el conocimiento del objeto. A partir de esto, el acento no recaía sobre el saber, sino sobre la verdad del decir”9
Gradualmente se irá estructurando la teoría psicoanalítica como tal, para llegar a ser formulada tal y como la conceptualiza el Diccionario del psicoanálisis10:
“Disciplina fundada por Freud y en la que, con él es posible distinguir tres niveles:
A)Un modo de investigación que consiste esencialmente en evidenciar la significación inconsciente de las palabras, actos, producciones imaginarias (sueños, fantasías, delirios) de un individuo. Este método se basa principalmente en las asociaciones libres del sujeto.
B)Un método psicoterápico basado en esta investigación y caracterizado por la interpretación controlada de la resistencia, de la transferencia y del deseo.
C)Un conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas en las que se sistematizan los datos aportados por el método psicoanalítico de investigación y de tratamiento.”

Freud “desencadenó” las fuerzas de la psique, haciendo como Pandora, al desplegar la ocasión de considerar la parte oscura del ser humano como fundamental para éste; puso la lupa sobre estos fenómenos, y sin embargo dadas las dimensiones y lo intangible del objeto de estudio quedó un gran camino por recorrer, haciendo constantemente una invitación a repensar y reformular lo que él iba planteando- con sus reservas, de cualquier forma; escribe Mannoni
“Freud, en realidad, solo consigue entender la teoría y las ideas nuevas de los demás, cuando puede integrarlas en su teoría propia…en las disputas teóricas que surgen a lo largo dela historia del movimiento psicoanalítico, es difícil saber que parte corresponde al punto de vista “político” (que consiste en eliminar a tal o a cual caído en desgracia) y cual al punto de vista científico. Porque ¿no fue precisamente el psicoanálisis el que abrió “una nueva forma de plantear los problemas”, a partir de la instauración de un “desorden” científico? ¿No introdujo esta nueva forma de pensamiento una nueva práctica subversiva en la relación del saber con la verdad?”11 -
Aunque en algunos casos se llegó a replantear desde una postura que se alejaba del espíritu psicoanalítico y se acercaba al de la psicología clásica, con la facultad de adaptación del sujeto al medio ambiente.
Como por ejemplo, en el texto de Anna Freud “El yo y los mecanismos de defensa” se lee
“No es raro encontrar tal definición del psicoanálisis en la literatura analítica de la época, acaso explicable por el uso idiomático entonces corriente, que empleaba las expresiones “psicoanálisis” y psicología profunda” como sinónimas. Quizá la historia del psicoanálisis justifique esta costumbre, pues construida sobre base empírica, la teoría psicoanalítica fue, ante todo una psicología del inconsciente o – según la expresión de la actualidad- del ello… Desde un principio, su objeto fue el yo y sus perturbaciones; la investigación del ello y sus diversas maneras de actuar siempre constituyeron solo el medio para lograr aquel fin. Y este ha sido invariablemente el mismo: la extirpación de estos trastornos y el restablecimiento de la integridad del yo”12;
Más adelante menciona ·
“Es sabido que las tres instancias psíquicas difieren grandemente en su accesibilidad a la observación. El conocimiento del ello – del sistema antes llamado inconsciente- solo puede adquirirse merced a los derivados que pasan a los sistemas preconsciente y consciente. Cuando en el ello domina un estado de calma y satisfacción; cuando ningún impulso instintivo tiene motivo para invadir el yo en busca de gratificación y producir allí sentimientos de tensión y displace, carecemos de toda posibilidad de conocer sus contenidos. Por ende, teóricamente al menos, el ello no es accesible a la observación en cualquier circunstancia. La situación es, por supuesto, diferente en lo que atañe al superyó. Sus contenidos son en gran parte conscientes, lo cual tórnalos directamente accesibles a la percepción intrapsíquica. Sin embargo, la imagen del superyó se esfuma cuando entre el yo y el superyó existe armonía”13
Así se piensa en la posibilidad de un estado de armonía en el aparato psíquico como objetivo a perseguir en un tratamiento psicoanalítico y en consecuencia la teoría se empieza a dirigir hacia ese camino; la psicología del Yo da cuenta de esto, al plantear el trabajo con las áreas libres de conflicto centrando su atención en el restablecimiento del Yo para lograr una armonía y un sujeto adaptado a la vida moderna, casi como una herramienta ortopédica para el espíritu humano, cuando la intención del psicoanálisis en su esencia, apunta hacia otro lugar. No es ajeno el hecho de que algunas de las ideas plasmadas en el psicoanálisis relativas a la sexualidad y la muerte resultasen incómodas para algunas disciplinas u ópticas, y se recortase la teoría, desvirtuando en mayor o menor grado la intención del desarrollo del pensamiento psicoanalítico.
En este sentido, viene el señalamiento sobre la estructuración del pensamiento psicoanalítico en tanto su aspiración a la cientificidad y por ende la pregunta de si es ciencia o no, razón a la que igual responde la construcción de la metapsicología.


Expresa Kolakowski
“las cuestiones e ideas metafísicas son tecnológicamente infecundas, y por eso no integran el esfuerzo analítico ni constituyen un componente de la ciencia. Como órgano de la cultura, son la prolongación de su vertiente mítica. Atañen a la situación absolutamente originaria del mundo de la experiencia, a las cualidades del ser como totalidad (y no solo del objeto) a la necesidad de los sucesos […] las cuestiones e ideas metafísicas descubren un aspecto del ser humano distinto del que descubren las cuestiones e ideas científicas: el aspecto referido intencionalmente a la realidad incondicionada no empírica”14
En la metapsicología confluye el mito con la epistemología “propia” como sustrato y sostén del cuerpo teórico.
El tema que aquí ocupa, va en el sentido de esa “cosa sexual”; como se entreteje a su alrededor el desarrollo psicoanalítico freudiano, dando cuerpo en primer lugar a la teoría de las pulsiones, constructo y sostén psicoanalítico que bordea el cuerpo y la psique dando forma al mismo tiempo a eso denominado metapsicología, desarrollando desde la biología a la psique –a modo de banda de Moebius-
Es la pulsión acaso un concepto fundamental en psicoanálisis, y por ende, para la metapsicología, concepto inacabado, complejo en sí mismo dadas las características intrínsecas que apunta Freud, y complejo en las relaciones teóricas que tiende con los demás constructos conceptuales. Es por tanto piedra angular, pero al mismo tiempo situación mítica de la teoría (tanto como de el sujeto).