jueves, 22 de septiembre de 2011

Consideraciones sobre la alucinación Alberto Sanen Luna.

El fenómeno de la alucinación en la historia de los sujetos y de las sociedades ha sido visto tanto como un enigma del acontecer psicopatológico del individuo y una revelación de las condiciones existenciales del mismo, entonces proponer una breve re-visión de ello es justamente para resituar los campos de aquello que se denominaria la realidad (1)

Debemos comenzar señalando la existencia de al menos cuatro posturas alrededor de la alucinación donde cada una conlleva implicaciones particulares para con conceptos, términos y sentidos particulares, que se sostienen aun en contra del reduccionismo metodológico que despliega el positivismo imperante

La primera de ellas se empeña en reducir al fenómeno a una cuestión de error de los sentidos y por lo tanto atribuyen valor de discernimiento a estos últimos, a saber, asigna sin desearlo, juicio, discernimiento y por supuesto sentido a los sentidos, cuestión por demás alejada de la experiencia y aproximada a un pensamiento sensualista falto de trabajo teórico. También se desprende de ello la consideración de que la realidad externa impacta de manera directa en el acontecer del sujeto, sin que este tome parte activa de ello, sin que pueda propositivamente involucrarse con lo exterior.

La segunda línea apreciativa esta marcada por la clásica enunciación atribuida a Esquirol “percepción sin objeto”, y que es revitalizada por Henry Ey en su magnífico tratado sobre las alucinaciones “percepción sin objeto que percibir”. En esta postura destaca no el error de la barrera media del sentir sino que destaca a la percepción atribuyendole un movimiento automático de creación de objetos que no corresponde con el exterior, pasando por alto que justamente la creación de una vida psíquica marca la creación de objetos internos que no corresponde con su referente, sino que por el contrario se alzan como referente del mundo. De igual manera dicha posición, pretende regular la relación de los individuos con la realidad, pero sobre todo establecer una sola realidad.

Estas dos posiciones en medida de sus premisas solo puede adjudicar a lo alucinado y la alucinación el valor de un síntoma que sea fundamental, secundario o accesorio, sirve para ubicar al sujeto en una página nosográfica, estableciendo la diagnosis y el posible tratamiento, sin indagar en lo que encierra la alucinación misma. Y si bien la posición fenoménica va mucho más allá de este punto acogiendo en su centro al ser y por tanto intentando responder a la aparición de la alucinación en otro sentido, se olvida de las innumerables perspectivas que esta encierra, estableciendo un sistema causal inmediato, contraviniendo lo expresado por Claude y Ey en su disertación sobre las alucinaciones “no se puede considerar la realidad como un dato simple o inmediato…no podemos considerar la objetibilidad como algo inherente al dato sensible” (Claude, 1988, 87). El estatuto que toma es por tanto el de manifestación de la enfermedad.

Independientemente de las posturas clínicas o, por qué no, soportando su creación y desarrollo, encontramos a la alucinación como medio de ordenamiento no de la realidad, sino de los hombres y un plano distinto de la existencia, punto de partida para el encuentro de uno mismo o de los dioses, por medio de la ingesta de sustancias que el psicoanálisis caracteriza de, “sustancias del imaginario” (Melonette, 2005, 15) (3) ampliamente difundido entre los indígenas de México donde el poder de las visiones, brinda a uno el estatuto de “visionario” En México el mayor renombre lo alcanza Maria Sabina en la sierra de Oaxaca, quien procura una forma de encuentro con ese Otro mundo en que se ubican nuestras respuestas o donde deberían de ubicarse.

Dicho encuentro esta mediado por la devoración, el cómo puede entrar en nosotros y que gracias a ello logramos reconocerle, de allí que la llamada “carne de los dioses”, este hongo llamado “Teonanacatl”, sea convertido en una vía regia para reencontrar ciertos indicios del camino de la primera experiencia de vida, algo que ya mencionábamos junto con Freud como satisfacción alucinatoria de deseo, y que es la que nos coloca en el mundo.

La lectura del psicoanálisis abarca tanto las apreciaciones clínicas de la psiquiatría como las consideraciones etnológicas atribuyendo nuevos caminos a la re-flexión que sobre la alucinación pueda realizarse. Esta posición se aleja de la denotación sin sentido e incluso plantea que en un mismo movimiento la conotación surge, a saber, donde no sólo es algo lo que aparece, sino lo que se presentifica y en un plus, lo que ello implica para el sujeto

Desde este punto se considera que el objeto no sólo existe por su presencia, sino que su ausencia y su no-presencia posibilita la presencia del resto, por ello quizas Tissot pueda decir que el sujeto “tiene por supuesto un objeto, pero este es de otra naturaleza que los objetos reales” (Tissot, 1992, 117), serán objetos indescriptibles ya que “lo que se ve subjetivamente es más o menos afín a la descripción de un objeto, pero justamente por eso no funciona como descripción de un objeto” (Wittgenstein, 1979, 80).

Como vemos lo fundamental es la ausencia, cual punto de partida mención que tiene Freud al denominar el arranque objetal engarzado a una satisfacción alucinatoria de deseo, donde “la alucinación aquí no significa un episodio localizado sino una actuación global en el campo perceptivo y vivencial” (Mazzuca, 1986, 110) pero además le inscribe en distintos registros de la operacionalidad psíquica. Ya sea como parte de “una primera serie de alucinaciones sobre un neocódigo que se presenta como proveniente del Otro. Es lo mas terriblemente alucinatorio que hay” (Lacan, 1999, 210). Haciendo que cualquier reviviscencia sea tomada bajo el signo de la angustia y lo terrorífico, cual sinthome(2) o, suplencia que permite vivir en la realidad al que “lo que le caracteriza es la sustitución de una realidad perdida” (Orvañanos, 1988, 141).Fenómeno de franja, aun cuando queda explícito que es algo de lo real que se hace presente en la intersección de lo imaginario y lo simbólico, cabe ahondar que las alucinaciones se encuentran en los intervalos mismos de los significantes, dan el soporte para la construcción de la “holofrase” (Laurent, 1989, 36), es la soldadura del “primer par de significantes”, sean el S1 y S2, la suplencia y el S2 o cualquier combinación posible e incluso esto es lo que permite vislumbrar el por qué de la frecuencia de las alucinaciones, pues merodean en el vacío.

Al mismo tiempo que se toma cual punto de partida, resta a la alucinación un carácter mórbido sintomático, llevando con ello la alucinación del campo de la enfermedad al campo del ser de lenguaje donde “las alucinaciones son estructuradas en el nivel del significante (…) es un fenómeno del significante” (Lacan, 1999, 228) donde la alucinación se plantea como verdadera a la manera de Taine “dicho de otro modo todo estímulo tiende a producir una alucinación, el principio del funcionamiento del aparato psi es la alucinación. Esto es lo que quiere decir proceso primario” (Lacan, 1993, 167) contundente Lacan afirma “el sujeto alucina su mundo” (Lacan, 2005, 21).
Al decir soportando la clínica, lo hacemos al considerar por ejemplo a Moreau de Tours con su texto "Du haschisch et de l alienation mentale", acercamiento que la ciencia también ha intentado con su recubierta y su velo las investigaciones desarrolladas por Henry Michaux en cuanto sus estudios con la mezcalina “el producto le sirve (…) como palanca por la cual accede a terrenos desconocidos de la percepción” (Melonette, 2005, 67). En esta línea se ubican también las experiencias con LSD de Foulcault, quien enunciará que con el uso de estas sustancias lo que se pone en juego “son fragmentos de un pensamiento emancipado, que sale de su catatonia y se pone en movimiento” (Melonette, 2005, 107) o las experiencias de Salvador Bouquet, quien partiendo en un inicio del psicoanálisis concluyó estableciendo lo que denominará psicosíntesis, la cual consiste en la administración de ketamina con la finalidad de inducir un estado alucinatorio “una primera parte denominada psicótica, dominada por el efecto y el manejo de los psicodislépticos y la segunda denominada reintegrativa, basada en la condición de síntesis, habiendo ya pasado el cuadro alucinatorio” (Roquet, 1981, 69)

Ahora bien, la alucinación de aquello que le engaña y es más distingue la alucinación de la percepción en si, una queda con alguna certidumbre tal es el caso de la alucinación, la otra con la duda que siempre le acompaña y que por tanto es necesario constatar interminablemente, la percepción. Debido ello, a que no pertenece al yo-realidad definitivo, a quien le compete establecer un juicio entre lo externo o interno, sino a el yo-placer inicial, que en conjunción con el principio de placer y displacer da por resultado la “actividad binaria del adentro y el afuera” (Maleval, 2002, 44), más cercano a los fundamentos del sujeto mismo, que los juicios operativos que de él se desprendan, ya sea consciente o inconscientemente.

Es en ese principio del placer que lo colocado es lo imposible, desde allí se despliega el mismo, entendemos entonces que “la idea de que la función del principio del placer es satisfacerse mediante la alucinación, lo ilustra” (Lacan, 1987, 175), queda ilustrada la imposibilidad de ello, la innegable participación de la alucinación en la estructuración del aparato y de todo de lo que el se pone en juego en un momento dado, a saber, queda la alucinación negativa puesta al descubierto, a pesar de que el objeto esta allí, nunca se da con él ya que propiamente nunca está y sin embargo adquiere un lugar, en medida de que “toda forma, todo objeto puede asumir, en grado variable, un valor simbólico” (Leclaire, 1999, 124).

Por ello “en la alucinación no hay una pura y simple presentificacion de los objetos de una necesidad, ni aun en la alucinación mas sencilla de la más sencilla de las necesidades” (Lacan, 1987, 161). Si bien entonces tendrá su parte de re-integración de elementos inconscientes a la trama de la realidad exterior que se extiende en el horizonte del sujeto, de despliegue de las fantasmagorías o elementos de estructura, también con el fenómeno alucinatorio se presencia la puesta en juego del agujero y de las condiciones que le revisten. Desde ese instante (instante como tiempo lógico) el sujeto pasa del abismo, de la perplejidad al ser tomado como objeto del Otro, se ve reducido a ello, a saber “allí donde soy reconocido, no soy reconocido sino como objeto. Obtengo lo que deseo, soy objeto, y no puedo sopórtame como objeto” (Lacan, 2002, 33), es punto de alineación, que buscará remontar reconstruyendo el mundo, en la llamada escalada delirante.

Mas en todo caso esto primario, esto que también será llamado en ocasiones primitivo es un “fraccionamiento del espíritu…por lo cual el principio del delirio (diríamos del conocimiento en general) no se encuentra en la creencia, sino en la alucinación” (Claude, 1988, 89) como ya apuntaba Leuret.

Sin embargo esta cuestión es la búsqueda misma, el deseo, es lo que nos empuja, avienta, arroja y precipita hacia la búsqueda constante, la alucinación; el mundo de la alucinación es un mundo antiguo y siempre presente, por ello que se constituya como medio para acercarse a la Verdad, al Saber y a Dios-Otro

Cabe acotar que estas experiencias místicas guardan cercanía con los estados de éxtasis que presentaban, en algún momento las histéricas y sus vivencias alucinatorias que no se encuentra lejos de lo que acontece en el habla con los dioses, es la operatividad de la verwefung que “posee la capacidad de generar una ruptura total con una realidad imposible de asumir” (Maleval, 2002, 39)

Debemos entonces quedar claros que si bien nos hablan de algo que no se encuentra ante nosotros, no quiere para nada decir que no se encuentra ante el alucinado, todo acontece tal como acontecen los juegos de lenguaje, situación que confirma a la alucinación como verbal, a saber, “quien se guía por reglas gramaticales que son tales o cuales, no por eso dice algo incorrecto, sino que habla de otra cosa” (Wittgenstein, 1979, 62) o pueden ser enunciados como definiciones ostensibles.

Notas y bibliografia

1.Recordemos que la realidad puede ser apreciada desde distintas ópticas; la realidad formal, objetiva, vivenciada, vivida, social, campos diversos que merecen apreciaciones especificas.

2.Postulación de Lacan respecto al posible anudamiento de la realidad psíquica.

3.Sin embargo hay que hacer hincapié en la occidentalizacion de los saberes, tomando al occidente como creación económica y no como referencia geografica.

Bibliografía

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Castillo del Pino C., (1984) Teoría de la Alucinación, España, Alianza Editorial

Claude H., y Ey H., (1988) Evolución de las Ideas Sobre las Alucinaciones. Posición Actual del Problema, 1932, en Alucinar y delirar, Argentina, Polemos.

Gerber D., (1998) Suplencia sin Titularidad, en Las suplencias del nombre del padre, México, Siglo XXI.

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Laurent E., (1989) Estabilización en las Psicosis, Argentina, Manantial

Maleval J., (1998) Lógica del Delirio, España, Serbal

Maleval J., (2002) La Forclusión del Nombre del Padre, Argentina, Paidos

Mazzuca R., (1996) Valor Clínico de los Fenómenos Perceptivos, Argentina, UBA

Melenotte G., (2005), Sustancias del Imaginario, México, Epele
Orvañanos, M., (1988) El Autorretrato de Egon Schiele. Un Sinthome-Una Creación, en Las suplencias del nombre del padre, México, Siglo XXI

Roquet S., (1981) Los Alucinógenos de la Concepción Indígena a una Nueva Psicoterapia, México, Prisma

Taine H, (1904) La Inteligencia, México, Daniel Jorro Editor.

Tissot R., (1992) Función Simbólica y Psicopatología, México, FCE.

Wittgenstein L., (1979) Zettel, México, UNAM

martes, 20 de septiembre de 2011

(3º bis entrega)

DEL ALMA
(del latín anima, de la misma raíz que el griego ánemos, viento) Por alma, y con el mismo significado que spiritus (en griego RLP², psikhé, soplo, aliento, vida), se entiende por lo común el principio vital del cuerpo, o el principio inmaterial que se considera origen de la vida material, de la sensibilidad y del psiquismo del hombre. A veces se da este nombre a la mente humana, o también se la llama espíritu.
El concepto de alma surge a partir de la pregunta que el hombre se ha hecho sobre sí mismo, sobre el núcleo íntimo de su naturaleza, y es un concepto que se vincula simultáneamente a dos cuestiones distintas: por una parte, la naturaleza de la vida, caracterizada por el automovimiento y la reproducción y, por otra, la naturaleza de los actos intelectivos. Desde la primera perspectiva el alma se concibe principalmente como principio vital (los seres vivos están animados y para muchos el alma sobrevive al cuerpo); desde la segunda perspectiva, que puede compatibilizarse con la anterior -no sin ciertas dificultades-, el alma es el principio de la racionalidad, el principio explicativo del pensamiento, la sensibilidad, los afectos y la voluntad. A su vez, si se parte de la concepción del alma entendida como principio vital, debería poderse hablar de un alma de los seres vivos no racionales, incluidas las plantas. Es la cuestión suscitada bajo el problema del alma de los brutos o alma de los animales. Si, en cambio, se parte de la concepción del alma entendida como principio de racionalidad, se manifiesta en toda su claridad el grave problema de las relaciones entre el alma y el cuerpo, o problema de la relación mente-cuerpo.1
De la pregunta acerca del padecimiento que aqueja a un individuo como manifestación clínica – sintomática- se “concluyó” con más preguntas que apuntan hacia la queja por la existencia. El motivo sigue en incógnita, y aun y cuándo no se ha logrado despejar esa X, se ha construido alrededor de ella.
Freud realiza un giro en la clínica al pasar de la mirada a la escucha, lo cual implica un giro epistémico. El inconsciente es quien habla.
“El saber analítico se concibe como una especie de intervalo imaginario que explora un espacio transitorio. Su validez y su especificad quedan tanto mejor aseguradas cuanto se piensa como ese intervalo. Ese es el meollo de la identidad paradójica del freudismo…El psicoanálisis nació como un benjamín, a la sombra de sus hermanas mayores: anatomía, fisiología, física y química. En el espíritu de Freud, nunca hubo la intención de crear de cabo a cabo su material terminológico y conceptual.”2
La pregunta sobre la prehistoria, sobre el origen acaba por difuminarse en la oscuridad del tiempo transcurrido, y queda la mitología, como marca inicial –como el ombligo- De la misma manera, Freud construye todo un edificio teórico sobre una interrogante que le da forma y acaba por denominarla metapsicología.
El uso que hace Freud de los mitos es paradigmático en tanto considera, por un lado, que cada individuo se da a la tarea de crear su propio mito, trabajo promovido por la clínica del psicoanálisis, de tal manera que este le proporcione cierta claridad respecto al lugar en el que se encuentra colocado y la posibilidad de dirigir su existencia, tal y como el mito en su sentido cultural opera.
De la misma manera, el psicoanálisis –como constructo teórico-clínico - se supedita a estas leyes de lo mítico, al considerar necesario trabajar con conceptos oscuros e intangibles que se derriten a las construcciones científicas y que no obstante es la fuente de la persistencia y subsistencia del ser humano.
Es en más de un sentido, que el psicoanálisis da cuenta –en términos más bien limitados, es cierto, pero no así en menor importancia- del sujeto como enigma de la creación.
Freud se da a la tarea de hablar del alma, pero no conforme con hablar de ella, busca la manera de hacer que esta hable, ¿no es acaso el alma el concepto más mítico del que hace referencia el hombre?, y es para esa psikhe que plantea un método de análisis que logre develarla, el psicoanálisis
En espera de que sucumba, previendo su muerte, aunque trabajando con las hipótesis planteadas para refutarlas y al final topándose con el mismo vacío del enigma del aparato psíquico, la ciencia por la que Freud esperaba diera lugar a las respuestas que planteaba sus incógnitas no ha llegado. Mientras tanto, el hombre sigue soñando, inquietándose, creando y manifestando su espíritu.
El texto que le dedica Freud a la investigación onírica da cuenta de la inquietud que le mueve a indagar acerca de lo que el considera se encuentra más cerca de eso denominado en primera instancia como alma, luego conformado como un aparato, el psíquico. En este trabajo, emprende un interesante diálogo con los autores que habían hasta la fecha desarrollado teorías sobre el fenómeno de los sueños, con la vía clara de encontrar en ellos el camino que le permitiese explorar en estos para darle forma a las teorías acerca del funcionamiento psíquico;

“En las páginas que siguen demostraré que existe una técnica psicológica que permite interpretar sueños, y que, si se aplica este procedimiento, todo sueño aparece como un producto psíquico provisto de sentido al que cabe asignar un puesto determinado dentro del ajetreo anímico de la vigilia. Intentaré, además, aclarar los procesos que dan al sueño el carácter de algo ajeno e irreconocible, y desde ellos me remontaré a la naturaleza de las fuerzas psíquicas de cuya acción conjugada o contraria nace el sueño…allí el problema del sueño desemboca en cuestiones más amplias, cuya solución debe acometerse en otro material.”3
Más adelante haciendo referencia a Strümpell menciona
“Los elementos del sueño no son meras representaciones, sino vivencias del alma verídicas y reales, tal como se presentan en la vigilia por mediación de los sentidos. Mientras que el alma vigilante piensa y representa por imágenes de palabra y por el lenguaje, en el sueño ella piensa y representa por imágenes de sensación reales. Y en el sueño viene a agregarse a esto una conciencia espacial, en la medida en que, como en la vigilia, sensaciones e imágenes son trasladadas a un espacio exterior4

Es relevante sin duda el capítulo siete de la interpretación de los sueños, en tanto es donde plantea el nódulo de donde habrá de situar la investigación y si bien en el “Proyecto de psicología” (1895), ya había realizado un bosquejo sobre el panorama y las posibilidades conceptuales –cabe recordar que la publicación de este texto fue póstuma- dicho capítulo es rico en contenido y en la forma que va prefigurando para el desenvolvimiento teórico.
Al hablar de la posibilidad de la interpretación se acerca cuidadosamente a aquello que no es plausible de ser interpretado, lo que se resiste a la conciencia, lo que se pierde en el relato y da cuenta de lo que subyace en la psique, o sea, no se olvida, se resiste –más adelante, dirá que se reprime-
“que los sueños se olvidan tan poco como otros actos anímicos y que aún respecto de su persistencia en la memoria son comparables sin mengua a las otras aspiraciones del alma, es lo que me muestra una experiencia que pude hacer a raíz de este manuscrito5
Pareciese que de forma cautelosa va planteando en ciernes los conceptos metapsicológicos desde un lugar paradigmático como es el desciframiento de los sueños, que le acerca al objeto de estudio: el alma, al plantear desde ahí la necesidad de una tópica
“queremos dejar por completo de lado que el aparato anímico de que aquí se trata nos es conocido también como preparado anatómico, y pondremos el mayor cuidado de no caer en la tentación de determinar es localidad psíquica como si fuera anatómica. Nos mantenemos en el terreno psicológico y sólo proponemos seguir esta sugerencia: imaginarnos el instrumento de que se valen las operaciones del alma como si fuera un microscopio compuesto.”6;
la dinámica,
“Como todas las otras formaciones de pensamiento, esta excitación onírica exteriorizará el afán de proseguirse dentro del Prcc. y alcanzar desde ahí el acceso a la conciencia. La experiencia nos enseña que durante el día la censura de la resistencia les ataja a los pensamientos oníricos este camino que lleva a la conciencia pasando por el preconsciente. En la noche se abren el acceso a la conciencia, pero debemos averiguar por qué camino y merced a qué alteración.”7
y la económica,
“esta regresión es entonces, con seguridad, una de las peculiaridades psicológicas del proceso onírico; pero no tenemos derecho a olvidar que no es propia exclusivamente de los sueños. También el recordar deliberado y otros procesos parciales de nuestro pensamiento normal corresponden a una marcha hacia atrás dentro del aparato psíquico desde algún acto complejo de representación hasta el material en bruto de las huellas mnémicas que está en su base.”8
-Cabe acotar que la regresión que el preforma es libidinal, energética-.
De esta forma quedan señaladas las coordenadas y más adelante, en el mismo texto aborda directamente la cuestión del deseo y su cumplimiento, apareciendo el sustento y sustrato de este, la cuestión pulsional
“Paréceme más bien, que a medida que vamos dominando nuestra vida pulsional mediante la actividad el pensamiento renunciamos cada vez más, por inútil, a la formación o conservación de deseos tan intensos como los que el niño conoce…El sueño no se engendraría si el deseo preconsciente no supiese ganarse un refuerzo de otra parte…me imagino las cosas así: el deseo consiente sólo deviene excitador de un sueño si logra despertar otro deseo paralelo, inconsciente, mediante el cual se refuerza. A estos deseos inconscientes los considero, de acuerdo con las indicaciones que he recogido en el psicoanálisis de las neurosis, como siempre alertas, dispuestos en todo momento a procurarse expresión cuando se les ofrece oportunidad de aliarse con una moción de lo consciente y de transferir su mayor intensidad a la menor intensidad de esta…Estos deseos siempre alertas, por así decir inmortales, de nuestro inconsciente.”9
Freud ha buscado la manera de dar cuenta de los movimientos que ocurren en la vida anímica del sujeto, desde el alma de este, pero no ya como un objeto mágico, o esotérico, sino afianzado en las esperanzas de ligarlo a la ciencia.
Escribe Green
“no se podría imitar aquello que se reprueba. Para muchos psicoanalistas, la disciplina que practican no pertenece a la ciencia. Sin embargo, el respeto que ella inspira – aun si en el capítulo de la exploración del psiquismo hay mucho que decir sobre la denominación de ciencia- obliga a comentar sus procedimientos, sus resultados y sus conclusiones. Si bien, a diferencia de Freud, ya no estamos tan seguros de que el psicoanálisis pertenezca a la ciencia, ello se debe, como traté de demostrar, no a que se sitúe “por encima” de ella, sino a que sería deseable que la ciencia revisara sus fundamentos epistemológicos acerca del psiquismo, inadecuados, en buena medida, para estudiarlo en su especificidad.”10
Los confines entre el psicoanálisis y el esoterismo quedan marcados aunque hasta la fecha se intente utilizar dicha analogía como argumento para desistir del psicoanálisis, como si explorar en el inconsciente fuese tarea sobrenatural o sobredimensional. No es esoterismo; si bien se trata de cuestiones que escapan al conocimiento consciente, es algo que se encuentra en el ser mismo, pero de lo cual se ignora en el mismo nivel consciente lo que le hace aparecer como si se tratase de algo del orden de la adivinación; no es esoterismo, sino darle lugar al funcionamiento psíquico.
“Sin duda, estos pensamientos oníricos no son en sí insusceptibles de conciencia; si durante el día no nos devinieron conscientes ello puede deberse a diversas razones. El devenir consciente se entrama de manera íntima con la aplicación de una cierta función psíquica, la atención que, al parecer, sólo es gastada en determinada cantidad; entonces, otras metas, quizás la desviaron de la ilación de pensamiento en cuestión…Ahora bien, parece que la ilación de pensamiento iniciada y abandonada puede seguir devanándose sin que la atención se aplique de nuevo a ella, a menos que en cierto lugar alcance una intensidad particularmente elevada que se imponga a la atención.”11
Así, aún y cuando al hablar de ciertas categorías fundamentales para el psicoanálisis pueden dar la impresión de conceptos del orden de la adivinación y esto cause rechazo en el mundo científico, hay un método que no puede ser negado ni relegado, sembrado por el pensamiento freudiano y que ha dado lugar a un nuevo panorama acerca de la conceptualización de sujeto, en tanto y como mínimo ejemplo, dicho sistema de pensamiento ha pervivido a cien años de su planteamiento y ha sido objeto de estudio, análisis y reflexión; en el mismo sentido la teoría freudiana ha sido considerada como punto de quiebre para la concepción y comprensión del ser humano, una más que se suma a la gran variedad con la que se cuenta para tal efecto.
Es así que el psicoanálisis en su construcción misma produce el efecto mítico que permite al sujeto que se siente atraído hacia este sistema de pensamiento, en tanto marca de inicio ante la incertidumbre de la prehistoria; del mismo modo el inicio del movimiento se va diluyendo entre la psíquico y somático de sus inicios – del síntoma como un lugar físico- hasta la marca de lo inefable del aparato psíquico y sus construcciones.

(3º entrega)

DE LA CIENCIA
(Del latín scientia, de scire, saber) Es la actividad humana productora de conocimiento científico. Aquella actividad cultural humana que tiene como objetivo la constitución y fundamentación de un cuerpo sistemático del saber, la actividad científica se distingue de otras similares por sus características específicas: el conocimiento del que trata es un conocimiento racional, que se refiere al mundo material o naturaleza, cuyas regularidades quiere explicar y predecir; obtenido mediante un método experimental, del cual forman parte la observación , la experimentación y las inferencias de los hechos observados; es sistemático porque se organiza mediante hipótesis, leyes y teorías, y es un conocimiento objetivo y público, porque busca ser reconocido por todos como verdadero o, por lo menos, ser aceptado por consenso universal. La filosofía de la ciencia resalta el aspecto de provisionalidad del conocimiento científico e insiste en que la ciencia es sobre todo aquella actividad racional que consiste en proponer teorías provisionales, a modo de conjeturas audaces, a partir de los problemas que surgen de nuestra adaptación al medio, para someterlas a la prueba del experimento, contrastándolas con los hechos, a fin de descubrir su posible falsedad. De aquí que lo que caracteriza al desarrollo de la ciencia no sea precisamente la acumulación de conocimientos, sino la «indagación de la verdad persistente y temerariamente crítica»1

Dice Eduardo Tappan
“la ciencia es entendida como baluarte y tótem de la verdad, como si fuera la evidencia de una supuesta perspectiva correcta…la metodología de la investigación científica en cualquiera de sus vertientes, es en suma una apuesta contra la diversidad, contra las diferentes lecturas o interpretaciones que se pueda dar de la realidad”2
Freud neurólogo, de formación médica imbuido en las propuestas del método científico y realizando trabajos de laboratorio en 1885 obtiene una beca para estudiar en París en el Hospicio de la Salpetrière, lo que resulta decisivo en cuanto a sus intereses científicos para dar cabida al inicio de la teoría psicoanalítica; Strachey menciona:
“Al arribar a París, su “tema escogido” era la anatomía del sistema nervioso; al abandonar esa ciudad, su espíritu estaba imbuido de los problemas de la histeria y el hipnotismo. Dando la espalda a la neurología, se encaminaba hacia la psicopatología. Hasta es posible señalar la fecha precisa de ese cambio: fue a comienzos de diciembre de 1885, cuando dejó de trabajar en el laboratorio de patología de la Salpetrière arguyendo como motivo sus deficientes instalaciones”3
Al realizar este cambio no se aparta de la formación científica, lo que va mutando es el objeto de estudio; de colocar la “enfermedad” en algún lugar del organismo propone en primera instancia, su localización en la función de las neuronas (“Proyecto de psicología” 1895), en la fuerza que se ejerce entre la energía que se recibe del exterior y la que se juega en el interior de éstas, planteando el problema en el intercambio de ésta en términos de excitación y las leyes de inercia neuronal, en un esfuerzo por continuar dándole validez científica a su propuesta, puesto que se erige como un saber que hace uso de las herramientas de la ciencia para legitimar la teoría y darle consistencia. Freud persiguió la constitución y fundamentación de un cuerpo sistemático del saber, y para lograr tal fin, hizo uso del método experimental, observación, experimentación y las inferencias de los hechos observados, para plantear hipótesis y teorías. Si permanece al margen de las ciencias es por la dificultad de establecer leyes, no trata de un conocimiento objetivo y no ha sido posible la aceptación por consenso universal. La situación estriba en la particularidad de su objeto de estudio: en términos generales, la psique humana, para la que no es posible establecer una Ley, si no generalidades y algunas suposiciones que se irán comprobando y modificando; y en términos más específicos, se circunscribe a una nueva entidad: el inconsciente, sin localización posible y cognoscible en breves apariciones.
Esto ha tenido como consecuencia que no se pueda llegar a una aceptación por consenso (aún y cuando a partir de la entrada en escena del inconsciente freudiano se haya modificado diametralmente la manera de conceptualizar al sujeto) no obstante, se ha promovido que se remocen las categorías del psicoanálisis para convertirlas en otra cosa y, para que en grado extremo pase al rubro del lenguaje común, en los términos mal explicados, de la esencia del inconsciente, con la finalidad de lograr ese consenso, el cual cierto es que Freud esperaba algún día lograr, al enunciar la posibilidad de que se desarrollara alguna disciplina donde pudiesen converger las disciplinas encargadas de estudiar la enfermedad mental.
Más allá, el camino estaba trazado; si no estaba localizado en algún punto fijo del organismo eso que enferma, estaría localizado en alguna idea o reminiscencia, (que por cierto también representa un “lugar” en el organismo de un sujeto) es decir, en el inconsciente y su injerencia en la vida cotidiana de éste.
Al hablar del inconsciente como estructuración del objeto de estudio, se impone la necesidad de tejer alrededor de este el sustento y soporte que le de la categoría de ciencia, reconocimiento de validez.
Escribe Assoun
“Ser freudiano es suponer el inconsciente: para decirlo en términos apropiados, es la hipótesis de los procesos psíquicos inconscientes. Ahora bien, suponer los procesos psíquicos sui generis es algo completamente diferente a creer en el Inconsciente. Uno puede proponerse verificarlo: todos los pre, post, o neo freudianos o bien niegan o bien ponen en segundo lugar la dimensión inconsciente de la psique o bien elaboran la hipóstasis de un Inconsciente mayúsculo. El inconsciente además, no deja de ser desupuesto: ser freudiano es resuponerlo contra su propia evicción. ”4
Del inicio anatómico del síntoma se ha mudado a la razón del inconsciente, y sus producciones (tanto en la clínica como en la teoría); de una posible localización fisiológica se ha pasado a un lugar-mítico, en tanto no se localiza con coordenadas científicas corrientes, sino que se hace necesario desarrollar todo un sistema de pensamiento alrededor de este.
El inconsciente y la pulsión aparecen, en forma mítica como origen y ordenador de la metapsicología, como psicomitología.
De ahí la impugnación que algunos sectores hacen al psicoanálisis, y al mismo tiempo, la incomodidad que puede causar al interior mismo del grupo de estudiosos de esta disciplina.
Más aún, como elemento guía de tal desarrollo se encontraba la aspiración de poder colocar la “nueva teoría” dentro de los linderos de la ciencia, para consentir en su reconocimiento e incluirse en el desarrollo del pensamiento científico; en palabras de Green
“Fiel a sí mismo, nunca dejó de afirmar tampoco que esa misma biología en la cual había depositado una confianza nunca desmentida, era no obstante incapaz de explicar la actividad psíquica, aun cuando esta última sólo pudiera entenderse incluida entre los fenómenos que caracterizan al viviente…Freud funda sus esperanzas en el porvenir, llegando incluso a pensar que un día la ciencia hará descubrimientos que, por su alcance general, volverán inútiles muchas de las hipótesis del psicoanálisis”5,
es así como la presencia del fantasma de la biología se condensa en el fondo de la estructuración de la metapsicología, en tanto la fórmula del concepto de pulsión entrelaza la psique y el soma
“en realidad, la significación de esta última tópica del aparto psíquico introduce entre cerebro y conciencia la representación de las pulsiones en su calidad de ancladas en lo somático “en una forma psíquica desconocida para nosotros” (Freud) (ahí está el verdadero guión articulador: la pulsión definida como “concepto límite” entre lo psíquico y lo somático)”6
Ahora bien, pareciese que las pretensiones de Freud no solo perfilaban hacia inscribirse en la ciencia desde un ángulo diferente, ni únicamente planteaban la cuestión de un más allá de la anatomía, con esto se trataba también de circunscribir el problema en el viejo dilema del “mente-cuerpo” y teorizar en pro de conseguir el eslabón faltante.
La reacción inicial a las propuestas de Freud fueron de rechazo y conmoción; no es que tales hayan cesado, en tanto se está en espera de que el psicoanálisis sucumba y sea olvidado, enterrado junto con teorías novedosas que tienen fecha de caducidad – la muerte del psicoanálisis- al ser renovadas o desbancadas por teorías más ingeniosas o más novedosas; no obstante, también ha ocurrido que el mundo científico se ha acercado al psicoanálisis para en primera intención, echar por tierra las ideas freudianas, encontrando interesantes algunos puntos de investigación- sea para refutarlos quizá- lo cual abre un nuevo panorama;
“¿Qué hay entre cerebro y conciencia cuya descripción habría de satisfacer los criterios del psiquismo (o de la vida mental) y cuyas relaciones con el sistema nervioso y con la organización cerebral preservarían su vinculación con la actividad psíquica consciente? Sobre esta base pueden ser definidas las condiciones de un diálogo entre ciencias naturales y psicoanálisis.”7
Freud transita desde la visión fisicalista que le ha formado como médico y como investigador, hasta un nuevo lugar donde descansar sus observaciones y sus trabajos, en constante búsqueda de la causa primigenia, primero de las afecciones histéricas, pero más adelante intentando abarcar el ser en su complejidad.