viernes, 11 de noviembre de 2011

5ª y última

CONCLUSIONES
El desarrollo teórico ha dado lugar al nacimiento de varias corrientes del pensamiento psicoanalítico concibiendo diferentes escuelas, movimientos e inclusive instituciones, a partir de la interpretación individual que se ha hecho sobre cada uno de los textos y de lo que cada autor ha considerado como importante. Esto no necesariamente significaría que hay mejores lecturas que otras, aunque los riesgos de deformar la teoría siempre estarán presentes, como una posibilidad del ejercicio de la subjetividad. Bleichmar señala que:
“Las teorías pretenden más de lo que explican y aquello que decimos sobrepásalo que logramos transformar en nuestros pacientes. El exceso de teorías en las disciplinas humana- se puede incluir al psicoanálisis dentro de ellas- proviene de necesidades conceptuales, creativas o del desarrollo de conocimientos”
Si el inicio de las investigaciones de Freud neurólogo sobre el síntoma histérico fue colocado en la anatomía, su desarrollo fue mudando a la razón del inconsciente y las producciones de este – en el sentido de la clínica tanto como de la teoría- donde de una búsqueda por una localización fisiológica se mudó a la localización de un lugar-mítico como viene a ser el aparato psíquico en su conjunto, que no tiene que ver con coordenadas científicas en la acepción más rigurosa, si no localizado al interior del cuerpo como unidad funcional, indivisible frente al problema soma-psique y que por consecuencia exige desarrollar un nuevo sistema de pensamiento en torno a este.
El sistema inconsciente y la construcción de la categoría conceptual de la pulsión irrumpen, como origen y ordenador – en la acepción mítica, de la metapsicología, como si se tratase de una psicomitología.
En la metapsicología converge el mito con la epistemología propia como sustrato y sostén de la edificación teórica; dos posturas aparentemente tan separadas como el pensamiento científico y las construcciones míticas son convocadas y reunidas en un mismo punto, habiendo sido trabajadas desde la óptica freudiana para dar cuenta del alma humana.
Si la metapsicología responde a la inquietud de descender a las profundidades del psiquismo, y lo sistematiza mediante las coordenadas de la tópica, la dinámica y la económica, el psicoanálisis en la generalidad toma el relevo para asirse a las construcciones epistemológicas y clínicas desde el alma: incluida desde la etimología misma, como el análisis de la psique, del alma.
En 1890 publica el texto “Tratamiento psíquico (tratamiento del alma) donde se lee:
“«Tratamiento psíquico» quiere decir, más bien, tratamiento desde el alma –ya sea de perturbaciones anímicas o corporales- con recursos que de manera primaria e inmediata influyen sobre lo anímico del hombre…pensará que se lo está alentando a creer en ensalmos. Y no andará tan equivocado; las palabras de nuestro hablar cotidiano no son otra cosa que unos ensalmos desvaídos. Pero será preciso emprender un largo rodeo para hacer comprensible el modo en que la ciencia consigue devolver a la palabra una parte, siquiera, de su prístino poder ensalmador”

El furor científico de la época del positivismo termino por borrar al sujeto para colocarlo como objeto de estudio, atomizándolo y restándole lo que le es más propio, la palabra; Freud en un movimiento de retracción, le “devuelve” la palabra a ese sujeto (sujetado a la cultura) para que hable desde lo más íntimo, desde lo más familiar y por tanto lo más aterrador, desde el inconsciente, para dar cuenta de lo que acontece en el alma.
Pero hablar del alma siempre ha acarreado consideraciones del orden del fanatismo religioso o del ocultismo; una vez más Freud proporciona la vuelta de tuerca necesaria para darle una nueva óptica.
Efectivamente, las palabras invocan y evocan, a la historia misma del sujeto (sujetado a la cadena discursiva), y construyen un nuevo escenario donde desplegarse; apalabrar lo que queda reprimido, lo que queda en el inconsciente es invocar lo desconocido, más no lo ajeno.
El acento recae en la cuestión dogmática, en tanto se le ha venido dando dicho tratamiento al psicoanálisis por las mismas “instituciones” encargadas de transmitirlo. Freud insistía en la necesidad de reconsiderar y reformular las categorías del psicoanálisis, no destruyendo de un plumazo, ni extrayendo sin mayor argumento aquello que escandalizase a la audiencia, todo lo avanzado para construir un nuevo edificio, sino bajo la lupa del análisis y re-pensamiento de los postulados, lo cual le permite a la teoría misma descolocarse de una cuestión de fe y re- posicionarse como un enlace entre las ciencias.
El psicoanálisis desde la clínica hace hablar al alma, y está en la disposición de escucharle.
En el mismo sentido, habrá que hacer hablar a la teoría del análisis del alma y tener la disposición de escucharle.
Más allá de los detractores o de los fanatismos lo cierto es que el psicoanálisis y la metapsicología han abierto las posibilidades de una nueva lectura sobre el sujeto y sus producciones (desde los síntomas de la clínica, hasta la que corresponde al ámbito de la cultura).

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