viernes, 11 de noviembre de 2011

La imposibilidad de la trasmisión del psicoanálisis, como ejemplo el caso clínico. Psic. Daniel Olvera Villaseñor

Del Seminario "Construcción de caso en psicoanálisis" (junio 2011) Ensayo final

“Si queremos que el análisis se sostenga en pie es esencial remontarse a este origen” Lacan

Basta con el deseo de trasmitir para buscar una y mil formas de hacerlo, pero como todo deseo solo es bordeado, nunca satisfecho.

Con la alucinante idea de trasmitir abordaré en estas líneas algo paradójico: trasmitir lo que me fue trasmitido del saber psicoanalítico mediante el caso clínico.
Se ha hablado del psicoanálisis como algo mas allá de la ciencia, incluso ya Lacan hacía la comparación entre una religión y su resultante la iglesia. La trasmisión es el común dominador de estas doctrinas (ciencia, religión y psicoanálisis). Por un lado la ciencia cuenta, entre otras formas, con la mera transmisión de las fórmulas y la repetición de los mismos experimentos que las verifican. La religión por su parte solicita, a forma de compulsión, la repetición de oraciones, practicas que han perdurado a través de los tiempos mediante mitos y ritos, además de éstos, el psicoanálisis ha dispuesto de la elaboración de casos clínicos como uno de los principales ejes de la trasmisión. A decir verdad no parece que sea la única cosa que mantienen en común, es imposible pensar en trasmisión de cualquier disciplina sin sumar en la operación la figura del maestro a quien le corresponde el legado del padre; en el psicoanálisis quién más que Freud para ocupar este lugar. Se apropia de una forma de divulgar su saber sobre el inconsciente, los casos clínicos.
Cuando se ha hablado o escrito sobre los casos clínicos de Freud los autores abordan algo puntualmente relevante relacionado al contexto histórico; haciendo referencia no únicamente al segmento cronológico en el que se gesta el psicoanálisis, sino a los eventos particulares de la vida de Freud que cumplieron un papel fundamental para el armado y desarmado de esta metapsicologia, un eslabón que empalmó la práctica y la teoría. Y es que en su afán de mostrar lo que había encontrado en otros sujetos no dejó de imprimirle las marcas de su subjetividad.
La relevancia radica en que Freud edifica su teoría sobre los pilares de la literatura. Estos argumentos precipitan a pensar en psicoanálisis no como ciencia “formal”, sino más cercano al tema de las “artes”, de entrada no hay objeto de estudio, sino un sujeto analizante con otro sujeto analizado ambos en trasferencia. Es cierto que al articular lo que hoy conocemos como Psicoanálisis Freud intentó insertar su saber como verdad, es decir, hacerlo ciencia para gozar del reconocimiento y el consenso que conlleva. Sin embargo no es desconocido que en escritos posteriores se aleja de ese punto y encaminan su estudio “al caso por caso” de lo cuantitativo a lo cualitativo, negándose a los andares de la ciencia, claro está, sin abandonar del todo la generalización.
¿Y el caso por caso no se acerca a la arte-sanía? La respuesta de tal cuestión es oportuna y necesaria. La diferencia reside en que la artesanía, como hoy la conocemos, parte de la idea de llegar a un producto, a una meta; desde el inicio del “proceso” existe en la mente del artesano un acabado al que a través de su mano se debe llegar sin dejar tanto margen a la espontaneidad y por lo tanto a la creatividad, quizá la pieza que trasciende no es igual a las otras muchas piezas, no obstante es lo que se pretende. En el arte como en el psicoanálisis la técnica no espera nada sino la construcción creativa, que dicho sea de paso se torna interminable para el analizante. Una obra artística nada tiene que ver con la seriación, la obra se aprecia como única. Al tomar la diferencia más vulgar entre arte y artesanía parece que sopesa para el arte la puesta en marcha de pensamientos y sentimientos que redundando asocio a la regla fundamental (libre asociación) y a la trasferencia.
Siguiendo con los anteriores postulados (concebir al psicoanálisis en los terrenos del arte) vienen al caso las siguientes preguntas:
¿Se puede hablar de psicoanálisis como una arte, no en el términos de técnica, mas bien en el sentido que se le daba en la edad media a este quehacer humano (artes liberales)?, esta pregunta, que para Lacan es una afirmación, da lugar a las siguientes: ¿quizás los estudios de la histeria de Freud se asemejan a lo que hizo Bretón con el Manifiesto Surrealista?, ¿Es trasmisible el Arte?...
Los clásicos textos de Freud y de Bretón, cada quien por su parte y en su tiempo, irrumpieron para fundar y marcar las directrices de sus movimientos, en Estudios de la Histeria empezaba a trazar las aproximaciones teóricas y prácticas del quehacer psicoanalítico, (avatares sexuales relacionados al malestar psíquico, y la más importante: la cura a través de la palabra). El manifiesto surrealista despliega la importancia de la imaginación y de los sueño no sin prescindir de la influencia del psicoanálisis. Traducido en pocas palabras al abandono de lo que se venía haciendo en sus campos.
En los primeros años la teoría freudiana no tuvo tanto auge sin embargo al paso del tiempo fue tomando fuerza, en todo caso un ejemplo es cómo Bretón recalca la importancia del psicoanálisis para su escrito de 1920. Para cerrar este punto de similitudes bastará con mencionar que la expansión de cada una de estas aproximaciones subjetivas se debe en gran medida a dichos escritos.
Entrando en el tema de la trasmisión psicoanalítica hay que mencionar que cruza con el mismo problema con el que tropieza la clínica; proceder de lo simbólico a lo real. Es en ese tránsito donde se pierde algo, se interfiere la trasmisión, se tergiversa la palabra y se hace presente lo incomunicable. Desde el momento en que se muestra el caso clínico metafóricamente a una fotografía, ya que la imagen cautiva ahí trata de informar (al igual que el caso) de un complejo de realidad, que no es más que un corte dictado por el tiempo, imagen que a fin de cuentas se perdió tras apretar el botón de la cámara. Y es que eso que es real escapa a toda simbolización, por ello lo real se define como lo imposible de expresar en tanto que lo real es lo imposible.
Pareciera que construir un caso clínico es una falacia, tan falaz como la imagen… pretende lo inalcanzable, no obstante la estructura como sustancia del sujeto cuenta con algo o mucho que podría acercarnos alegóricamente al señuelo del tratamiento, el síntoma.
El síntoma opera en lo simbólico pero no proviene de allí, emana de lo real del sujeto, es la columna vertebral del caso clínico y vértice del tratamiento, funge de guía al analista a la hora de escribir en la hoja con la intención de desenmarañar para si y para otros un saber inconsciente. Tomar el síntoma de referencia disminuye lo que ya de por si es inevitable, la pérdida.

La trasferencia es ineludible en cualquiera de las vicisitudes psicoanalíticas, así que se tratará este punto brevemente. La trasferencia es “el motor de la cura” y de la construcción del caso. Tan sólo la pregunta del por qué hablar, escribir o presentar este caso y no otro ya dice algo del analista, no por nada se tiene tan “humilde” y “desinteresada” intención. Se pone en juego el horror al acto del analista que engarza la trasferencia con la práctica clínica.
El caso clínico pone de frente al analista con su real, con la falta. No se nos olvide que la palabra es mitad de quien la dice y mitad de quien la escucha, por lo tanto el escrito deriva a un testimonio compartido.
¿Entonces qué tiene de objetivo el caso clínico?, el caso clínico no tiene nada de objetivo y mucho menos de verdad, ¿para qué tratar de pertenecer a algo que tiene estructura de ficción?
Para cerrar el escrito quiero mencionar una anécdota que hace alusión a lo que desee trasmitir a lo largo de este escrito: en un reporte me percate que había escrito de mí en la nota de una paciente por lo que le comente a mi supervisor, a lo que puntualmente señalo. “Estaría perdido si piensa que eso no le pasa siempre”.
En resumidas cuentas y salvo alguien que tenga mejor opinión el caso clínico en psicoanálisis, la supervisión y sus derivados autorizan la teoría, pero principalmente cuestionan y refrendan la existencia del inconsciente, es la dialéctica de la práctica y la teoría.

(15) J. Lacan, El seminario, Libro XI, "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidos, página 273
(15) J. Lacan, El seminario, Libro XI, "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidos, página 273
25) J. Lacan, El seminario, Libro XI, "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidos, página 20

5ª y última

CONCLUSIONES
El desarrollo teórico ha dado lugar al nacimiento de varias corrientes del pensamiento psicoanalítico concibiendo diferentes escuelas, movimientos e inclusive instituciones, a partir de la interpretación individual que se ha hecho sobre cada uno de los textos y de lo que cada autor ha considerado como importante. Esto no necesariamente significaría que hay mejores lecturas que otras, aunque los riesgos de deformar la teoría siempre estarán presentes, como una posibilidad del ejercicio de la subjetividad. Bleichmar señala que:
“Las teorías pretenden más de lo que explican y aquello que decimos sobrepásalo que logramos transformar en nuestros pacientes. El exceso de teorías en las disciplinas humana- se puede incluir al psicoanálisis dentro de ellas- proviene de necesidades conceptuales, creativas o del desarrollo de conocimientos”
Si el inicio de las investigaciones de Freud neurólogo sobre el síntoma histérico fue colocado en la anatomía, su desarrollo fue mudando a la razón del inconsciente y las producciones de este – en el sentido de la clínica tanto como de la teoría- donde de una búsqueda por una localización fisiológica se mudó a la localización de un lugar-mítico como viene a ser el aparato psíquico en su conjunto, que no tiene que ver con coordenadas científicas en la acepción más rigurosa, si no localizado al interior del cuerpo como unidad funcional, indivisible frente al problema soma-psique y que por consecuencia exige desarrollar un nuevo sistema de pensamiento en torno a este.
El sistema inconsciente y la construcción de la categoría conceptual de la pulsión irrumpen, como origen y ordenador – en la acepción mítica, de la metapsicología, como si se tratase de una psicomitología.
En la metapsicología converge el mito con la epistemología propia como sustrato y sostén de la edificación teórica; dos posturas aparentemente tan separadas como el pensamiento científico y las construcciones míticas son convocadas y reunidas en un mismo punto, habiendo sido trabajadas desde la óptica freudiana para dar cuenta del alma humana.
Si la metapsicología responde a la inquietud de descender a las profundidades del psiquismo, y lo sistematiza mediante las coordenadas de la tópica, la dinámica y la económica, el psicoanálisis en la generalidad toma el relevo para asirse a las construcciones epistemológicas y clínicas desde el alma: incluida desde la etimología misma, como el análisis de la psique, del alma.
En 1890 publica el texto “Tratamiento psíquico (tratamiento del alma) donde se lee:
“«Tratamiento psíquico» quiere decir, más bien, tratamiento desde el alma –ya sea de perturbaciones anímicas o corporales- con recursos que de manera primaria e inmediata influyen sobre lo anímico del hombre…pensará que se lo está alentando a creer en ensalmos. Y no andará tan equivocado; las palabras de nuestro hablar cotidiano no son otra cosa que unos ensalmos desvaídos. Pero será preciso emprender un largo rodeo para hacer comprensible el modo en que la ciencia consigue devolver a la palabra una parte, siquiera, de su prístino poder ensalmador”

El furor científico de la época del positivismo termino por borrar al sujeto para colocarlo como objeto de estudio, atomizándolo y restándole lo que le es más propio, la palabra; Freud en un movimiento de retracción, le “devuelve” la palabra a ese sujeto (sujetado a la cultura) para que hable desde lo más íntimo, desde lo más familiar y por tanto lo más aterrador, desde el inconsciente, para dar cuenta de lo que acontece en el alma.
Pero hablar del alma siempre ha acarreado consideraciones del orden del fanatismo religioso o del ocultismo; una vez más Freud proporciona la vuelta de tuerca necesaria para darle una nueva óptica.
Efectivamente, las palabras invocan y evocan, a la historia misma del sujeto (sujetado a la cadena discursiva), y construyen un nuevo escenario donde desplegarse; apalabrar lo que queda reprimido, lo que queda en el inconsciente es invocar lo desconocido, más no lo ajeno.
El acento recae en la cuestión dogmática, en tanto se le ha venido dando dicho tratamiento al psicoanálisis por las mismas “instituciones” encargadas de transmitirlo. Freud insistía en la necesidad de reconsiderar y reformular las categorías del psicoanálisis, no destruyendo de un plumazo, ni extrayendo sin mayor argumento aquello que escandalizase a la audiencia, todo lo avanzado para construir un nuevo edificio, sino bajo la lupa del análisis y re-pensamiento de los postulados, lo cual le permite a la teoría misma descolocarse de una cuestión de fe y re- posicionarse como un enlace entre las ciencias.
El psicoanálisis desde la clínica hace hablar al alma, y está en la disposición de escucharle.
En el mismo sentido, habrá que hacer hablar a la teoría del análisis del alma y tener la disposición de escucharle.
Más allá de los detractores o de los fanatismos lo cierto es que el psicoanálisis y la metapsicología han abierto las posibilidades de una nueva lectura sobre el sujeto y sus producciones (desde los síntomas de la clínica, hasta la que corresponde al ámbito de la cultura).

4ª b entrega tesina "mito y metapsicología"

LA PULSION
Da cuenta de aquello que subyace en el sujeto, aquello que se encuentra estrecha e íntimamente ligado con aquello denominado comportamiento, u actuar; y con lo que Freud denominó inconsciente. Es en cierta medida, lo que pulsa, la fuerza que mueve al ser, alimentada en el caldo del inconsciente.
En tanto es considerada pilar donde descansa el edificio que irá construyendo, es un sistema mítico, en el sentido que se planteo en páginas anteriores: marca inicial y por tanto inasible de forma cabal, y al mismo tiempo organizativa y cohesionante. Si la enunciación que hace Freud en un principio acerca de la existencia de un inconsciente que domina al individuo resultó una declaración que cimbró el campo del pensamiento científico, la arquitectura del concepto de la pulsión viene a hacer explotar nuevamente las ideas acerca de la conceptualización del sujeto; el efecto producido es tan controvertido que aún a la fecha es un terreno difícil, en el que confluyen opiniones encontradas.
La pulsión concebida como la parte más mítica del constructo metapsicológico en tanto resulta un concepto de difícil aprehensión, concepto límite y anoticiándose de esta solamente mediante los representantes-representativos de esta, casi en el mismo sentido de que se puede dar cuenta del funcionamiento del inconsciente, mediante los lapsus, los olvidos y los aparentes equívocos.
“Como Freud le escribe a Einstein: «Tal vez tenga usted la impresión de que nuestras teorías son una especie de mitología». Eso no significa que la pulsión sea una creencia fantasiosa, sino que ella es lo que, convencionalmente, nombra al origen. Exigencia epistemológica básica: ¿Pero es que toda ciencia natural no parte acaso de una especie semejante de mitología?”
Reconocida como categoría teórica, es definida por Freud como:
“El concepto fronterizo de lo somático respecto de lo anímico, como un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencia del que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal”;
La construcción del concepto de pulsión remite a nociones más bien ambivalentes en tanto la definición misma de la palabra Trieb resulta de difícil aprehensión ya que sus significados son variados y no logra dar cuenta completamente de su significación, salvo en la esencia misma, que es la idea de movimiento, de energía y de crecimiento :
“La palabra puede en efecto significar varias cosas: instinto, inclinación, tendencia, pero también, por extensión, una manada; en botánica, un brote o un retoño. El compuesto Triebkraft, significa fuerza motriz, mientras que Triebstoff es un carburante y Triebwerk, un mecanismo. La palabra entra incluso en términos compuestos de relojería para significar un piñón, un pivote. El verbo treiben, del que deriva Trieb, puede ser transitivo y significar: empujar, expulsar frente a sí, conducir, pero también “ocuparse de”, “librarse a” hundir, moldear, accionar, hacer crecer (una planta). Intransitivo, significa “ir a la deriva”, flotar, crecer (en el sentido de vegetal), fermentar. El sustantivo Trieben indica tanto una ocupación, una actividad.”
Resulta además interesante considerar la connotación biológica del término, en tanto Freud utiliza Trieb si para dar cuenta de la energía que opera en el interior del aparato psíquico, como esencia de éste, y al mismo tiempo pretende desde ahí unirse con la biología propia del sujeto, como sujetando las dos aristas del dilema mente-cuerpo –ciencia-filosofía- Sin embargo, vale la pena hacer la distinción entre la fisiología y la biología, tal y como lo plantea Scarfone:
“lo fisiológico es del orden del mecanismo estrictamente neurológico, incluso físico-químico, mientras que el campo biológico, más vasto, toma en consideración todo lo que concierne a lo vivo, lo neurofisiológico y lo psíquico incluidos”
Por otro lado, es de manera metafórica como puede dar cuenta de la existencia de tal fuerza, en tanto únicamente es posible un acercamiento parcial, un rodeo si se quiere, al concepto desde la palabra misma.
Así las cosas, la definición como concepto límite va quedando más clara, por lo menos en la estructuración del edificio teórico, no así en el desarrollo posterior que va haciendo de dicho concepto; y aunque la definición apegada a la etimología implique la noción de instinto, Freud la contrapone con la palabra Instik para señalizar la diferencias existentes entre ellas, considerando que: los estímulos pulsionales, no provienen del mundo exterior, sino del interior del propio organismo, la pulsión actúa como una fuerza constante y por tanto no hay acción motora que valga para sustraerse a estos estímulos.
“Pulsional sería aquello que, de los stimuli que vienen del interior del cuerpo, se propaga a través del aparato del alma hasta la elaboración de una representación psíquica. La pulsión misma es, por un lado, un representante; por otro lado, es a su vez representada (en el sentido político) por el afecto y la representación, dando lugar a una «representación» (esta vez en el sentido escénico), es decir una elaboración psíquica”
Como se mencionó más arriba, el componente de la “cosa sexual” no es abandonado completamente por Freud, y como se ha visto, el recorrido del pensamiento y la conceptualización de la teoría pasa de lo meramente anatómico y fisiológico a lo biológico entendido como unidad mente psique, del mismo modo se recorre el camino en torno a la sexualidad que no es ya entendida como genitalidad (anatomía) si no como fuerza (psíquica), tal y como la noción de pulsión lo acota y anuda.
“Toda la explicación metapsicológica es, de entrada, la de los procesos pulsionales…La pulsión –especialmente sexual- es así la fuerza motriz, pero también el nudo económico-dinámico de la psique. Pero el concepto de fondo es también «concepto límite» entre psique y soma. Por ende, la metapsicología no es una simple psicología de los procesos psíquicos, sino una investigación de los procesos limítrofes entre «alma» y «cuerpo»”

De esta manera, Freud la dota de características propias que serán, el esfuerzo, la meta, el objeto y la fuente.
Como distinción fundamental y de acuerdo a las características de la pulsión, la sexual en específico, queda la imposibilidad de una total satisfacción, lo que permite dar paso a una búsqueda continuada, de un objeto –que más bien es una construcción dada por una experiencia inaugural en la vida psíquica- lo que a su vez se refleja en el quehacer humano, en el desarrollo del pensamiento y en todos esos actos de la llamada civilización.
Así como el refrán que reza “por sus actos los conoceréis”, la pulsión y el inconsciente se sujetan a dicho enunciado; de la pulsión se sabrán sus destinos, gobernados por la dinámica placer-displacer que permite su relación con el objeto y que implica el sometimiento de las mociones pulsionales a las influencias de las “polaridades de la vida anímica” según dice Freud: sujeto –objeto, (el mundo real); placer – displacer (factor económico); y actividad- pasividad.
No es el caso hacer un análisis detallado de los destinos pulsionales en este trabajo, ni desbrozar los conceptos aparejados a esta, si, como se ha venido explicitando, la pulsión es la categoría que viene a anudar y dar cohesión a la construcción de la metapsicología; emprender tal tarea sería detenerse en cada puntualización acerca de la teoría. Es en si misma la pulsión un concepto problemático por los enlaces que va formando con el resto del desarrollo metapsicológico, de la misma manera en que opera como engarce entre el cuerpo y el soma, o como entre filosofía y psicoanálisis.
“La noción de pulsión tendrá efectos en cascada sobre el resto de los conceptos psicoanalíticos, puesto que alrededor de las pulsiones operan las revisiones más importantes, tanto en el seno de la obra freudiana misma como en el movimiento psicoanalítico que ha heredado. La idea general de pulsión había hecho su entrada en la lengua alemana, luego en la literatura y en el pensamiento filosófico, mucho antes de que Freud comenzara a utilizarla en 1905”
Ese es otro argumento utilizado por los detractores del psicoanálisis en el sentido de que los conceptos retomados por Freud han sido trabajados con anterioridad; no obstante, son retomados bajo la lupa del psicoanálisis en general y de la metapsicología en particular, reconfigurados, no a modo pero si con una nueva visión y dándole otro tratamiento, que tiene que ver con acercarse al objetivo de desvelar los secretos del alma y dar cuenta de las pasiones que en esta viven.

4ª entrega tesina "mito y metapsicología"

LA METAPSICOLOGIA
En la carta dirigida a Fliess del 10 de marzo de 1889, Freud escribe:
“Me parece como si con la teoría del cumplimiento de deseo sólo estuviera dada la solución psicológica, no la biológica o, mejor metapsíquica. (Por otra parte, te pregunto seriamente si para mi psicología que lleva tras la conciencia es lícito usar el nombre de “metapsicología”) Biológicamente, me parece que la vida onírica parte por entero de los restos de la época prehistórica de la vida.”1
Desde entonces considera necesario inaugurar, o mejor, instaurar un nuevo paradigma desde donde poder dar cuenta de sus hallazgos en cuanto al material psíquico se refiere para poder hablar de las cuestiones que acaecen en el inconsciente y que con lo que se contaba hasta ese momento –sea literatura, filosofía psicología o neurología- no contaban con los supuestos que le satisficieren; es se dice la psicología del inconsciente. Assoun señala
“El trayecto freudiano que conduce a este término es diametralmente simétrico: permanece en el ámbito mismo del concepto de ciencia –lo que lo vuelve ajeno a toda tentación “ocultista”-, introduciendo al mismo tiempo en la ciencia el pensamiento de procesos –inconscientes- que ésta rechaza.”2
Freud, dice Ricoeur
“ve y verá en la ciencia la única disciplina del conocimiento, la única regla de absoluta honestidad intelectual, una visión del mundo que excluye cualquier otra y sobre todo la de la antigua religión”3
desde ahí intenta asirse entre la ciencia hasta el momento reconocida y experimentada, pero insistiendo en un más allá de la biología. Al respecto Scarfone menciona:
“El término metapsicología hace aquí su entrada con una clara referencia a la unión que Freud estima necesaria entre psicología y biología, la metapsicología se basará por completo en el concepto de pulsión…La biología freudiana, de todos modos, será una biología “extendida” mejor conocida como metapsicología.”4
Al considerar agotada la ciencia que tiene a mano para explicitar los avatares del sujeto, recurre al inconsciente y las fuerzas que en el operan, lo que despliega un nuevo panorama para indagar acerca de los actos y por supuesto de los síntomas.
Assoun escribe
“Es claro que la hechicera hace su entrada cuando los recursos “naturales” no bastan y es preciso echar mano de los artificios del arte…hechicero, en femenino.”5
Si bien se dijo anteriormente que no es esoterismo en el sentido común del término, parece contar con los puntos distintivos de la invocación –a un Otro, se ha de plantear posteriormente- no de espíritus ajenos, no de fuerzas sobrenaturales, pero si del orden de lo desconocido.
Ahora partirá del supuesto del inconsciente para edificar la metapsicología, ubicándolo -por necesidades elementales- en un aparato, el psíquico como heredado del modelo de la física, que si bien es planteado ya desde el “Proyecto de psicología”, con el trabajo posterior va mudando, como lo explicita Ricoeur
“La tópica conservará siempre un carácter ambiguo; se la podrá considerar a la vez como un desarrollo de la teoría primitiva del aparato psíquico y como un largo proceso para desembarazarse de ella.”6

Para Assoun,
“se trata de dar cuenta- mediante un dispositivo articulado y articulable, del funcionamiento del aparato que sustenta a la psique- de la vida psíquica propiamente inconsciente… “instrumento que sirve para las acciones psíquicas”, término que recuerda que Freud considera a la psique como un conjunto de acciones o funciones, cuyo “modo de producción” puede ser representado gracias al aparato psíquico. Esta “maqueta” permite visualizar los procesos en un espacio que representa sus desplazamientos de fuerzas y cantidades.”7
Una vez establecida la topología, plantea las fuerzas que operan en este aparato, la dinámica que opera y la económica del gasto energético, construyendo la categoría conceptual princeps de la metapsicología como es la pulsión.
Cabe mencionar que esta categoría no es la única contenida en la construcción epistemológica, pero si el pilar central a partir del cual desarrollar los subrogados metapsicológicos, como la represión, en tanto considerará necesario desplegar las vías y las formas de que esa energía se despliega.
El texto sobre “Lo inconsciente”, junto con el de “La represión” y “Pulsión y destinos de pulsión” cimentaron el cuerpo teórico de la metapsicología en términos de “causalidad psíquica” dice Assoun, más que de fenomenología.
En el texto de “Lo inconsciente” Freud señala:
“Nuestra tópica psíquica provisionalmente nada tiene que ver con la anatomía, se refiere a regiones del aparato psíquico, donde quiera que estén situadas dentro del cuerpo, y no a localidades anatómicas”8
La metapsicología no se enfoca únicamente en el terreno de la psique inconsciente; la conciencia está igualmente considerada pero desde la hipótesis del inconsciente. Freud consigue con la metapsicología cimentar el sustrato necesario para desplegar las construcciones conceptuales más allá de la psicología sustentada en el aparato de la conciencia, en un movimiento que le permitirá incluir esta conciencia como un elemento más. De ahí el nombramiento de psicología de las profundidades.
“El «aparato psíquico» no es entonces únicamente una «convención», es una elección epistemológica y, de manera más material, una opción antropológica…Correlativamente, la conciencia deja de ser un principio para convertirse en el referente de los sistemas preconsciente/ consciente dotados de propiedades propias”9
El «inconsciente freudiano» queda entonces como construcción epistémica, y como objeto metapsicológico ya no como descripción o fenomenología; aparte quedará la discusión sobre si es un invento o un descubrimiento. En concordancia y consecuentemente, la pulsión y las fuerzas que operan en el aparato psíquico serán materiales para dilucidar desde una perspectiva diferente, en tanto la epistemología del psicoanálisis así lo permite, lo cual evidentemente ha marcado una diferencia considerable respecto a otras perspectivas que dan cuenta del enigma del ser humano.
La pulsión como pilar y el sistema Icc. Son las coordenadas desde donde se realiza el análisis de las pasiones y sus avatares. Es desde Freud consideró poder dar cuenta de los avatares del alma, representando en la pulsión la esencia misma de esta.